LA UNIÓN QUE NO LLEGA . . .

Friday, October 06, 2006

Reflexiones sobre la Unión Europea del Nuevo Milenio ....

LA UNIÓN QUE NO LLEGA . . .


A medida que nos aproximamos al cierre del ejercicio político europeo del 2006 y se aproxima el 1º de enero de 2007, los europeístas convencidos debemos exigir, en primer lugar a nosotros mismos y después a los mandatarios europeos de la Unión Europea, una revisión de la estrategia actual en la construcción de esta agrupación de estados del continente europeo.

Han transcurrido veinte años desde la incorporación española que como otros estados del Arco Mediterráneo tuvieron que esperar pacientemente hasta que los socios consolidados del Eje Norte europeo dieran el visto bueno. Por el contrario, en los últimos cinco años, los actuales gestores de la tecnocracia europea han relajado muchas facetas de los parámetros antes exigibles para la adhesión, con el masivo ingreso de nuevos estados miembros en pocos años.

Del mismo modo que la etapa Delors puso tanto énfasis en la consolidación económica de los Estados Miembros para la implantación de una moneda única cuanto antes, evento que no ocurrió hasta la última presidencia española de la Unión en 2002, parece que las directrices generadas en las etapas Prodi y Barroso ponen mayor énfasis en la ampliación territorial a cualquier precio y sin tomar en consideración tantos factores que claramente dificultarán la convergencia económica, pero peor aún, podrían complicar la verdadera unión de los Estados, la política.

Sin entrar en este momento en una valoración de las valías individuales de los líderes políticos que hayan ocupado las máximas responsabilidades de los órganos de gobierno en la Unión, pretendemos analizar, como experto en organización integral y eficacia estratégica, y debemos ser muy críticos con la carencia clara de respaldo de las prioridades fijadas en su día y la escasa visión en el liderazgo europeo. Cuando se decidió cambiar la denominación Comunidad Económica Europea por la de Unión Europea, entendemos que las pretensiones de los políticos que aprobaron tal cambio comprendieron que no bastaba con una integración a una agrupación de Estados en un acuerdo económico que ya había cumplido su fin, sino que más bien había que comenzar una andadura de integración estratégica en todos los otros terrenos – sociales y políticos, de investigación y desarrollo – completando los avances logrados hasta entonces en los mismos.

Los que hemos seguido con interés este ambicioso proyecto y además participado desde perspectivas puramente profesionales sin pretensiones a papeles relevantes en la maquinaría burocrática de la Unión, hemos observado como el concepto europeo ha evolucionado hasta lo que es hoy.

Mientras que los primeros líderes tuvieron claro que la CEE nacido del Acuerdo del Acero y el Carbón era el seguro de vida para evitar otra conflagración sobre el Viejo Continente, los actuales que gobiernan la Unión Europea parecen olvidar que no hacen falta bombas y misiles para provocar una deflagración del territorio en este Nuevo Milenio.

La última reunión del Consejo de Ministros del Interior de los Estados Miembros y los últimos incidentes de arribo sobre suelo español procedentes de la hambrienta África con declaraciones y contra-declaraciones entre dirigentes europeos son claros indicios de la diferencia de criterios entre dos Europas que no acaban de aunar criterios en los asuntos realmente relevantes.

Hacemos esta afirmación con dolor en nuestro interior. Como europeísta convencido, este irrelevante ciudadano de la Unión comienza a sentir frustración al observar incrédulo la escasa sensibilidad humana del político europeo ante la realidad de la Unión hoy. Este proyecto que arrancó cargado de buenos propósitos en los años ’50 y avanzó sorprendentemente contra viento y marea incluso en los años de mayores discrepancias entre líderes más carismáticos que los actuales, hoy apenas tiene un rumbo claro.

Ha llegado el momento de dejar de mentirnos a nosotros mismos y plantearnos la siguiente pregunta – ¿Verdaderamente queremos una Unión Europea?

En cuestión de pocos años, unos Estados Miembros han discrepado en no pocos asuntos de importancia para la culminación de la unión de los Estados en todos los terrenos.

Mientras unos Estados aprobaron el proyecto de Constitución, otros lo rechazaron prácticamente dejando la futura Carta Magna de la Unión en coma profunda.

Mientras unos dirigentes en Bruselas se empeñan a ampliar la composición de los miembros, otros dirigentes de los Estados Miembros muestran su reticencia al equitativo reparto de recursos para la equiparación de los nuevos miembros y aspirantes.

No nos queda más remedio, como expertos en organización estratégica, preguntarnos quién es responsable del diseño de la estrategia europea hoy. ¿Hay estrategia? ¿Están capacitados a conciliar las distintas desviaciones sufridas y aunar los divergentes criterios?

Más que una unión de Estados, la Unión Europea nos empieza a parecer a un club elitista de intereses partidistas y de gobierno de los estados más poderosos. Inevitablemente, nos lleva a considerar su creciente anquilosamiento y su camino hacia la ineficacia, como ocurre con otros organismos internacionales que ya han tocado inercia cero.

El asunto de la inmigración desde otros continentes será el toque de piedra de la Unión que no acaba de llegar. Los líderes europeos más vale que sepan afrontar esta prueba de fuego más allá de los intereses aislados de un Estado Miembro o de su grupo político en el Parlamento y su partido en su propio país.

La Unión que no llega, en la Europa que esta, puede poner al continente que debe ser en este Nuevo Milenio en una era que no le corresponde por derecho y aspiración.




Fernando Fuster-Fabra Fdz.
Experto en Organización Estratégica